Cuando las lolas apenas son lolitas

Las lolas son la representación clásica de la femineidad y de eso las mujeres estamos muy orgullosas. Por eso, queremos “mostrarlas” bien firmes. Ir por la vida con los pechos tan altos como la frente.

Sin embargo, la realidad no siempre coincide con el ideal. No todas estamos conformes con el tamaño que nos ha tocado. O simplemente nos resistimos a que paso de la vida -embarazos, lactancia, variaciones en el peso- trate de imponer ante el espejo una figura que amenace nuestra autoestima.

La cirugía plástica es una alternativa que a veces suele atemorizar. Pero no hay mejor antídoto contra el miedo que la información. Conocer en qué consiste la intervención, qué precauciones hay que tomar y qué eventuales complicaciones podrían aparecer ayuda a tomar la mejor decisión. Aquí va una guía franca para decidir sin fantasmas.

El implante

Un implante mamario es una bolsa de silicona, que puede rellenarse con distintas sustancias.

Se presenta en diversas formas, perfiles y texturas. Hay implantes “redondos”, que tienden a dar a las lolas un aspecto más lleno desde su nacimiento. Y los hay  “naturales” o “anatómicos”, que dan la apariencia de un crecimiento gradual de la mama porque son más delgados en la parte superior.

También existen distintos tipos de cobertura del implante: lisa, texturizada o de poliuretano. Lo más adecuado es que cada mujer converse con el cirujano cuál es la más conveniente, para respetar las características y los deseos individuales.

Un implante puede estar relleno con silicona, suero o hidrogel. Durante la década de los ’90, se acusó a los implantes de gel de silicona de incrementar el riesgo de enfermarse, incluso de cáncer. En medio del fuego cruzado, el sistema dejó de utilizarse en los Estados Unidos y algunos países europeos. Sin embargo, un estudio realizado en 1999 por el Instituto Nacional de Medicina de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos señaló que “no hay evidencias definitivas que relacionen los implantes mamarios con cáncer, enfermedades inmunológicas, problemas neurológicos y otras”.

Hoy por hoy los implantes están rellenos de un gel cohesivo que no se dispersa aun frente a la ruptura accidental de la capa externa del envoltorio.
Los implantes rellenos con suero fueron popularizados como “los inflables”. Se trata de globos de silicona elástica que se colocan vacíos dentro del cuerpo, se  rellenan con suero fisiológico estéril y se sellan con una válvula.

Este sistema se usa poco en Argentina. Las causas van desde la preferencia de las mujeres por prótesis más naturales (que no se revelen como más duras ni más frías que lo normal, como suele ocurrir en estos cosas) hasta que el suero fisiológico local no siempre garantizó la esterilidad necesaria para evitar la formación de  bacterias y hongos en los implantes.

Además, si las válvulas de cierre de la prótesis fallaran, las lolas se irían “desinflando”, lenta o rápidamente. Y si el implante no se rellenara totalmente, podrían formarse pliegues y arrugas que se notarían a través de la piel.

La cirugía

Consiste en la realización de una pequeña incisión sobre la piel, la elaboración de una cavidad adecuada y la colocación del implante en la posición correcta. Es clave que el implante quede perfectamente separado de la glándula mamaria para que no pueda interferir en la salud ni en ninguna actividad cotidiana; para que no entorpezca jamás el amamantamiento o un estudio radiológico, por citar algunos ejemplos.

La operación dura alrededor de dos horas. Por lo general, se realiza con anestesia local complementada con una sedación suave que permite un posoperatorio breve y confortable. La idea es que la paciente pueda volver en el día a casa.

Los preparativos

Antes de operarse conviene ingerir alimentos ricos en hierro, cereales enteros, frutas. Y la vitamina K, que contienen el repollo, el coliflor, la espinaca y el aceite de soja, en dosis extra.

No hay que comer con mucha sal o condimentos, ya que suelen aumentar los riesgos de una hinchazón luego de la cirugía. Ni se deben ingerir vitaminas A o E, ni aspirinas, ni ibuprofeno ni ajo en exceso, porque todos retardan la circulación sanguínea.

Tres días antes de la intervención, se deben evitar los productos lácteos porque pueden incrementar la mucosidad y los cítricos, por su alto contenido de ácidos.
Más que nunca, conviene dejar de fumar porque el tabaco disminuye la circulación sanguínea y dificulta la cicatrización.

Por supuesto, el cirujano prescribirá la realización de una serie de estudios prequirúrgicos para que todo salga perfecto.

 

 
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